Sunday, April 09, 2006

Ella se sabe gorda

Ella se sabe gorda. Quiere a toda costa estilizar su fofa figura. No cree en pastillas milagrosas ni tampoco en dietas asesinas. Entiende que si alguien quiere adelgazar debe, diariamente, terminar jadeando en un gimnasio. Siempre que el almanaque se deja alcanzar por el mes postrimero, se inscribe en el concurrido gimnasio que queda a un par de cuadras de su casa.Todos los años. Todo diciembre. Todas las mañanas. La ración oscila entre una hora y una hora y media. Primero aeróbicos, luego máquinas y más máquinas. A veces se exige demasiado: eso es peligroso, ella es consciente de eso... pero cuando descubre que casi siempre ella resulta siendo la más gorda de la extensa sala, se arma de fuerzas, recuerda el aterrador guarismo que le muestra la temida balanza todos los días, y así renueva su ímpetu y persiste en su vano intento de alcanzar un físico de bandera... Cuando empieza a sentir que algo le oprime el pecho, para. Inhala y exhala. Contempla a las chicas de cuerpos envidiables. El cuerpo de Francesca –su vecina– es despampanante. Todos los machos del gimnasio la miran: unos lo hacen disimuladamente, pero otros lo hacen sin el menor reparo. Siente envidia, quisiera un cuerpo así. Por eso se esfuerza, por eso empapa su buzo, por eso exige a su corazón hasta el límite. Pero algo que proviene de su interior le dice que nunca podrá alcanzar esa meta.
Léelo todo en ELLA SE SABE GORDA .

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