VETE A LA MIERDA
Es viernes. Las tres de la tarde. Acabo de terminar de jamear unos suculentos frijoles negros con tocino barato que, al 'toque roque' y sin pedir permiso, me han llenado de gases la guata. Puta madre, se viene la lluvia de pedos! Lo que más quisiera en este puto instante es tener sólo diez luquitas y empujarme tres chelas heladas en cualquier huarique de mala muerte... pero, puta madre!, no tengo plata...
Por eso (y por muchas cosas más) quisiera mandar a la mierda a todos (sobre todo a todos los que lean estas líneas, sí, a ti, a ti huevón que pierdes el tiempo leyendo lo que mi desazón pergeña: Vete a la mierda!!!)
Espero que no se piquen. Mi objetivo no es que también el lector me mande a la mierda, ¿para qué? Además, siendo sinceros ¿cuántas veces en nuestras putas vidas nos habrán mandado a la mierda? Un culo de veces -no nos hagamos los cojinovas-, sí o no... Yo, al menos, ya perdí la cuenta.
Mis viejos, mis hermanos, mis chocheras, mis profesores, los taxistas, los cobradores, hasta los choros que me han robado han tenido la concha de mandarme a la mierda.... Y, ojo, que mandar a la mierda no es cualquier huevada, no!, ni cagando!; aunque a veces pienso que por las puras huevas me mandan ahí, porque ya estoy en ese lugar desde que nací: no necesito que me manden a la mierda porque ya estoy grotescamente encharcado en ella. Este estercolero al que llamamos Perú es mierda, pero mierda de la buena... Nuestra hediondez es insuperable, es de alto vuelo... Punto aparte.
Vayanse todos a la mierda. Quiero que sientan que Dios los toma de la cintura y los sumerje con insuperable prepotencia en un océano de mierda. Imagínense, qué locazo!, ahogarse en un océano de mierda suelta. Allí los quiero ver a todos... No se piquen, el que se pica, pierde: VAYANSE A LA MIERDA TODOS, MENOS YO.
Nota aclaratoria: Disculpen pero, como hoy me siento una mierda, quiero que todos me acompañen; sentirse una mierda en soledad es triste. Por eso, acompañen a este servidor, ¿pueden? Yo creo que sí: Vayanse a la mierda (... y, si su generosidad se los permite, preguntan por mí).
El despistado
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