Thursday, September 06, 2007

Entrevista en Remolinos


-¿Desde cuándo comenzó a escribir? ¿Por qué?

-Mi afición por la escritura tiene dos partes que, para mí, están muy bien diferenciadas. Cuando empecé la secundaria me convertí en un fiel lector de una revista deportiva argentina, El Gráfico, que me impulsó a escribir sobre fútbol. En ese entonces sólo me importaba la crónica deportiva, el análisis de partidos, la historia de los mundiales y las entrevistas a leyendas del fútbol. Está claro que, por esos días, mi intención era dedicarme al periodismo deportivo. Pero, luego, en la universidad empecé a leer libros de Eduardo Galeano, Oswaldo Reynoso, Vargas Llosa y García Márquez. Al parecer, en medio de esas lecturas, empecé a abrir los ojos (o terminé de abrirlos, no lo sé, nunca lo sabré) y me encontré con mi verdadera vocación. Hablo un poco de eso en mi cuento ¿Conoces a Macial Mena? que, sin duda, es bastante autobiográfico; escrito con "honestidad brutal", diría Ándres Calamaro.

-¿Qué es para usted ser escritor?

-Considerarme "escritor" sería muy pretencioso de mi parte. Cada vez que me hablan de lo que significa ser escritor me vienen a la cabeza los escritores totémicos, comprometidos con el oficio, como es el caso de Vargas Llosa, quien opina de todo, en todos lados y casi todos los días. Por eso recuerdo que, alguna vez, García Márquez dijo que este oficio –el de escritor, por supuesto– es de galeotes y no de diletantes. Pues bien, admiro y admiraré a los galeotes como Ben-Hur, pero debo declararme un diletante. Y pongo especial énfasis en este adjetivo porque mi blog lleva un subtítulo que seguramente me define "Manuscritos de un Diletante" . Soy eso y nada más que eso: un diletante. Cultivo la escritura, y me intereso por la literatura, pero como aficionado y no como profesional.

-Cuéntenos sobre su vida, sus obras, sus proyectos, su actividad literaria.
-Nací en Arequipa y hasta ahora no me muevo de acá. Mi primera ficción la terminé de escribir a fines del año 2003, con ella gané un concurso en Lambayeque, y luego publiqué esa novela corta en una editorial digital de Buenos Aires gracias al proyecto NAE que subsidió los costos de la publicación.
Posteriormente, he publicado algunos cuentos en diferentes revistas literarias virtuales hasta llegar a elaborar un libro de cuentos que mandé a la imprenta en Lima, a principios de este año. Talvez tengo muchos proyectos, algunos confesables, otros no tanto; pero seguramente me siento –todavía– incapaz de emprenderlos. Simplemente quiero escribir, algo tan difícil y a la vez tan sencillo. El único proyecto que tengo claro –y que tomo muy en serio– es el de no morirme nunca, aunque lo abortaré algún día… y espero, como Woody Allen, no estar ahí cuando eso suceda.

-¿Cómo define el estilo de su narrativa?

-No cuento con las herramientas pertinentes como para atreverme a definirla. Intuyo que una de las razones por las que escribo historias es por ese desmedido afán de que otros me definan, me describan. Es más: no tengo un estilo, quiero que otros me lo encuentren. Es obvio que para que esto suceda necesito lectores. Conclusión: no escribo para mí mismo ni para que me quieran más, sino para tener lectores.

-¿Cómo ve la Narrativa de estos últimos años?

-Acá, en el Perú, vivimos una especie de "boom" narrativo bastante saludable que encabezan escritores como Santiago Roncagliolo o Daniel Alarcón. Hay, además, muchas editoriales alternativas que publican a escritores noveles como yo, lo cual me resulta plausible.

-¿Qué autores influyen en su obra?

-Ni muchos ni pocos. Vargas Llosa en primer lugar. Luego vienen Julio Ramón Ribeyro y sus inolvidables relatos. Oswaldo Reynoso, un escritor que me ayudó mucho y que admiro sobremanera por su elevado compromiso literario. Sábato me cambió la vida, lo mismo Albert Camus. Siempre vuelvo a los textos narrativos de Mario Benedetti, pues sus relatos y su novela La tregua me han marcado en muchos aspectos. También tengo presente a Luis Loayza, el Nobel sudafricano Coetzee y a otros tantos que seguramente ahora no recuerdo.

-¿Cree que el escritor es un ser obsesivo?

-Es muy difícil decirlo. Si lo digo a cuenta propia tendría que responder afirmativamente sin dudarlo. Yo sí me considero un escritor obsesivo porque cuando empiezo a crear historias siempre vienen a mí ideas fijas que con tenacidad me envuelven.

-¿Cuál es el fin que desea lograr con su escritura?

-Vencer a la muerte de una manera simbólica sería el fin central, medular. Quedan agazapadas, escondidas en mi frondoso arbusto creativo, otras intenciones como el vencerme a mí mismo: corregir mi vida, aplacar mis sinsabores, explorar otras vidas (las que me fueron negadas), joder a Dios y dar rienda suelta a mis tentaciones. También busco menguar mis inseguridades, una de ellas se sostiene en base a esta misma interrogante que intento responder: ¿Por qué escribo? ¿Para saber quién soy o para descubrir quién quisiera ser?

-Dentro de su producción literaria, ¿Qué obra elegiría usted por optar en una en especial?

-Bueno, recién acabo de publicar mi primer libro, así que no tengo mucho para escoger. De entre mis cuentos elegiría al que le da título al libro, Urgente: Necesito un retazo de felicidad y 3:15 p.m.

-¿Cómo ha cambiado su lenguaje a los largo de los años?
-Más que con los años, el lenguaje cambia, creo, con las buenas lecturas. Si hoy devoro un clásico seguramente mañana mi lenguaje tendrá muchas variantes. Es por eso que cada vez que termino un libro importante me siento enriquecido en todos los aspectos. El cambio es tácito, pero no tangible ni mensurable, por lo cual no me atrevo a responder.

-¿Es necesario que el escritor sea un hombre comprometido?

-Desde luego. El compromiso con el arte debe ir de la mano con el compromiso con la sociedad y el ciudadano de a pie.

-¿Qué libros nos recomendaría leer?

-El pez en al agua de Vargas Llosa, Otras tardes de Luis Loayza, El túnel de Sábato, La tregua de Benedetti, Los inocentes de Oswaldo Reynoso. Infancia de Coetzee, Antes que anochezca de Reinaldo Arenas, El coronel no tiene quién le escriba de García Márquez, El extranjero de Camus, La palabra del mudo de Julio Ramón Ribeyro. La casa verde, Conversación en La Catedral, La tía Julia y el escribidor, El paraíso en la otra esquina, también de Vargas Llosa, La isla del tesoro de Stevenson, etcétera.

-¿Qué hace antes de escribir?
-Trabajar.

-¿Cómo ve usted hoy por hoy la industria editorial? ¿Como autor qué soluciones le daría a este problema?
-La industrial editorial en las provincias del Perú es casi un páramo, las escasísimas excepciones no hacen más que confirmar la regla. La producción literaria en el interior del país no llega a Lima, y si llega con denodados esfuerzos, es ignorada olímpicamente. Si no escribes desde Lima o pensando en Lima estás condenado al, si cabe el término, ostracismo literario: al destierro (y en el mejor de los casos a la indiferencia) del circuito editorial capitalino. El escritor provinciano es (salvo raras excepciones), el réprobo por antonomasia en un oficio que ya es de réprobos; es la pluma que no tiene acceso a un tintero teñido de centralismo (la literatura lamentablemente tampoco puede mantenerse indemne de los vicios que dictan que el Perú es Lima, y que Lima es el Perú).

-¿Cree en los concursos o certámenes literarios?

-He escuchado y leído mucho acerca de supuestas componendas y de una falta de limpieza en los grandes certámenes literarios, a pesar de todo eso sigo creyendo en estos eventos porque son la mejor oportunidad para los escritores noveles de darse a conocer.

-¿Qué opina de las nuevas formas de difusión literaria por Internet como revistas literarias, blogs, páginas sobre literatura?

-Internet y los blogs en especial me generan sentimientos encontrados. Yo, sin radicar en Lima y sin formar parte de la movida cultural de la capital, he visto, a la distancia, cómo se manejan las cosas y he sido, ojalá me equivoque, carne de cañón en algún caso. Y digo esto porque publiqué en Lima y, al poco tiempo, recibí una crítica excesiva que, en un primer momento, creí honesta, pues entiendo que no a todos les tiene que gustar mis historias; pero después descubrí que todo no había pasado de ser un ajuste de cuentas con mi editor. Esto me llenó de tribulaciones y lamentos. Estaba decepcionado y por eso le escribí a un escritor recorrido y reconocido, para recibir sus consejos. Acá, en las esferas culturales del Perú, si eres amigo del enemigo de alguien, pasas como por arte de magia a ser también su enemigo. Yo quiero demostrar que las cosas no deben ser así y por eso doy mi testimonio. Es célebre la enemistad o animadversión entre Oswaldo Reynoso (mi mentor y corrector de mis manuscritos) y Fernando Ampuero. Eso vendría a condionarme pavlovianamente y a convertirme en enemigo de Ampuero. Pues bien, yo recurrí al segundo y sus palabras fueron tan edificantes y motivadoras que hasta hoy las agradezco, es por eso que acá, copio, a modo de reflexión, una de sus atingencias: "No le hagas caso a los insultos de la blogósfera. El blog es de veras un medio maravilloso, pero también un imán de infamias y sandeces. Si a Shakespeare le hubiera tocado nacer en estos tiempos, lo más seguro es que hace rato lo hubieran mandado a parir".

-Por último: ¿Desea agregar algo más?

-Agradezco a la Revista Remolinos por esta entrevista.
Entrevista a Orlando Mazeyra
Fuente: Revista Remolinos (http://es.geocities.com/revista_remolinos/ )

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