Dueño de nada
No tengo título universitario ni AFP. Debo cachuelear harto para seguir viviendo. Con la justas tengo brevete, sacado con trampa porque sufro de discromía, una tara genética mal conocida como daltonismo. Donde los demás ven miles de verdes, yo solo veo un champón marrón. No tengo, por tanto, gusto para vestirme: puedo combinar el gris con el beige y sentirme un modelo de Armani, y entender que todo son piropos allí donde solo hay escarnio. No tengo tampoco mucha edad, quiero decir, ubicación cronológica. Para ciertas cosas estoy en los diecinueve; para otras, en los noventa. José Luis Rodríguez – El Puma- con su gran peinado bombé lo decía mucho mejor que yo: “No soy yo ese a quien tú le dices mi dueño, yo soy solo un perro que tú haces saltar. Dueño de ti, dueño de qué, dueño de nada. Un arlequín que hace temblar tu piel sin alma. Dueño del aire y del reflejo de la Luna sobre el agua. Dueño de nada, dueño de nada.” Pues bien, como dueño de nada estoy ahora en la blogósfera de Caretas la nadería. Sin tema propio, sin ideas definidas, sin un norte ni un horizonte, sin el buen camino por delante ni por detrás. Un arlequín que hace temblar tu piel sin alma. Dicen que el mayor poder de quienes nada tienen radica precisamente en esa condición, y se usa como ejemplo paradigmático a Teresa de Calcuta, la desposeía por excelencia que consiguió, sin embargo, subir a los altares en tiempo récord. Bueno, de algo así se trata: no tener nada para convertirse en santo. En santo de la devoción de los que consumen bolgs; o de su desprecio. También leo blogs y noto que son un canal privilegiado para odiar y poder decirlo. Como soy dueño de nada, mucho no me va a importar pues ni sentimientos tengo. Desde hoy y como siempre, dueño de nada.
Rafo León
Fuente: www.caretas.com.pe
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