Wednesday, January 10, 2007

Hay un momento, entre los 40 y los 50 años, en que uno se detiene

Hay un momento, entre los 40 y los 50 años, en que uno se detiene. Mira adelante y hacia atrás. A mí, este momento me ha llegado en la cincuentena. He vuelto la mirada hacia atrás, hacia mi infancia, y hacia delante, sobre el tiempo que me queda hasta la muerte. El resultado de ambas miradas son mis dos últimas películas. En las dos, de un modo u otro, evoco los primeros años de mi vida. Si eres narrador, la infancia es un tema muy a mano, el primero al que uno suele recurrir. A mí nunca me tentó; es más, lo he rehuido siempre que he podido, como narrador o como simple tema de conversación. No me gustaba mi infancia y no tenía el menor interés en recordarla, y mucho menos en contarla. Hasta hace tres o cuatro años. Resultado de esta primera visita es La mala educación (curiosamente, al principio se llamaba Las visitas). Pero no me ha bastado. Mi niñez continúa llamando a mi puerta como si todavía no me hubiera enseñado el muestrario completo de recuerdos. Y de nuevo he accedido a su llamada. He vuelto a los parajes donde viví los ocho primeros años de mi vida: La Mancha.
Me crié entre mujeres: mis dos hermanas, mayores que yo, mi madre, mis tías, las vecinas, mi abuela... El universo femenino era algo muy activo y muy barroco que se desarrollaba ante mis ojos de niño sin que a nadie se le ocurriera pensar que, a pesar de mi corta edad, yo veía y oía, y que inconscientemente ya estaba tomando notas. A los hombres los recuerdo lejanos. Nunca estaban en casa, y el tiempo que no trabajaban lo pasaban en los bares. Además, los hombres representaban la autoridad, y yo me alejé instintivamente de ellos. Las mujeres, sin embargo, eran la vida y a la vez la ficción, el origen de la ficción. Las escuchaba contar historias alucinantes en el patio mientras cosían o hacían encaje de bolillos. Las oía cantar mientras lavaban o tendían la ropa en el río. Mi madre, como era muy pequeño y no tenía con quién dejarme, me llevaba con ella al río, y aquello para mí era una fiesta. Este universo de madres, hijas y vecinas protagoniza Volver. Sus relaciones y su relación con la muerte son las bases de la trama.
Pedro Almodóvar

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