Chela corre por mis venas
Sé de patas (de muy buenos y cercanos patas), que tienen una llamativa fluidez de ideas cuando están borrachos o, en todo caso, cuando están ‘prendidos’; yo, en cambio (y para mi pesar), soy una nulidad total (si es que ya no lo soy cuando estoy ecuánime)... Seguramente por eso me gusta, periódicamente, tirar mis tragos: para ser nulidad plena, para no pensar, para no hilvanar ideas, para volverme más primitivo (entiéndase como menos conflictivo ¿estamos?)...
Y además, en honor a la verdad, sólo fueron nueve chelitas entre 2 puntas (casi nada. O, mejor dicho, ¡nada!).
Y además, en honor a la verdad, sólo fueron nueve chelitas entre 2 puntas (casi nada. O, mejor dicho, ¡nada!).
Cuando ya nos jalábamos del bar, el pata de la mesa de al frente –que parecía haber ingerido el décuplo de la dosis de alcohol que absorbieron este pechito y su yunta– nos invitó (con aspavientos ‘borrachososos’ de por medio) a ocupar su mesa y a departir con él y con sus compañeras... La mirada de su enamorada lo decía todo: era muy coqueta la condenada (y el trago había exaltado sobremanera este atributo tan suyo), pero acepté correr el riesgo: me sentaría y flirtearía conchudamente, para ver qué pasaba... Mi pata -¡esos son patas!- me puso el pare al toque, y, adoptando un tono severo, me dijo: ¡Si nos quedamos esto termina en goma! Le hice caso y aquí estoy con los últimos indicios de chela en mi sangre. Y lamentando el no haberme quedado.
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