Tuesday, March 22, 2005

Pasando revista a nuestras vidas

Quisiera saber tu nombre
tu lugar, tu dirección
y si te han puesto teléfono,
también tu numeración.
Te suplico que me avises
si me vienes a buscar,
no es porque te tenga miedo,
sólo me quiero arreglar.
Charly García, CANCIÓN PARA MI MUERTE
_______

Hoy tendría 45 años. Es una leyenda del automovilismo mundial (en Brasil es el más grande ídolo después de Pelé). Se llamaba Ayrton Senna Da Silva. La muerte (esa extraña conocida) lo visitó en el Premio de San Marino, para ser exactos, en la curva de Tamburello del circuito de Imola (Italia).
Dicen que cuando uno está a instantes de morir, activa en la mente una lacónica cinta fílmica que, en forma trepidante (¿angustiante?), pasa revista a los instantes más importantes de nuestra vida (“hay recuerdos que no voy a borrar, personas que no voy a olvidar... hay aromas que me quiero llevar, silencios que prefiero callar...”, dice Fito Páez en una de sus canciones): postales e instantáneas en donde se confunden personas, animales y cosas; lo bueno, lo malo, lo bonito y lo feo.

Dicen, también, que esta apretada síntesis de nuestro paso por el mundo de los vivos, tiene una duración que no alcanza al ¡segundo! (para muchos la velocidad de esa relampagueante proyección mental bien podría competir con la de la luz, ¿será posible? Tal vez, porque el cerebro humano no sabe de límites).
¿Habrá, Ayrton Senna, tenido la oportunidad de ver su película de vida? Lo dudo. Estoy casi convencido de que, para horror de sus fieles seguidores, lo último que vio fue ese muro de contención contra el que se estrelló estrepitosamente el 1 de mayo de 1994. Y es que a veces la muerte es tan brusca e inesperada que, para bien o para mal, hace oídos sordos al pedido de Charly García en Canción para mi muerte, y no nos permite ni siquiera despedirnos de nosotros mismos.




"El segundo es el primero de los perdedores" (Ayrton Senna)

Si estuviéramos a un segundo de la muerte ¿qué imágenes desfilarían (deberían desfilar, en todo caso) por nuestra mente? ¿A qué conclusión llegaríamos luego de echar una rápida mirada retrospectiva? ¿Valió la pena vivir o nos faltó mucho, muchísimo, por hacer?
Acá, el ejemplo –sacado de El Muro de Jean-Paul Sartre– de un condenado a muerte que, contra el reloj y a pocas horas de visitar el patíbulo, da una visceral lectura de su vida (o, lo que él llama, un esbozo de vida):
...Con qué violencia corría tras de la felicidad, tras de las mujeres, tras de la libertad. ¿Para qué? Quise libertar a España, (...), me adherí al movimiento anarquista, hablé en reuniones públicas: tomaba todo en serio como si fuera inmortal.Tuve en ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante mí y pensé: “Es una maldita mentira”. Nada valía puesto que terminaba. Me pregunté cómo había podido pasear, divertirme con las muchachas: no hubiera movido un dedo meñique si hubiera podido imaginar que moriría así: Mi vida estaba ante mí terminada, cerrada como una saco y, sin embargo, todo lo que había en ella estaba inconcluso. Intenté durante un momento juzgarla. Me hubiera querido decirme: es una bella vida. Pero no se podía emitir juicio sobre ella, era un esbozo...

La sentencia está gastada, pero igual me animo a volver a lanzar a la sartén este refrito: "Vive cada día como si fuese el último".

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