El CHE según Benedetti
Te han cubierto de afiches, de pancartas, de voces en los muros, de agravios retroactivos, de honores a destiempo. Te han transformado en pieza de consumo, en memoria trivial, en ayer sin retorno, en rabia embalsamada. Y quizás han resuelto que la única forma de desprenderse de ti o dejarte al garete es vaciarte de lumbre, convertirte en héroe de mármol o de yeso y por lo tanto inmóvil o mejor como mito o silueta o fantasma del pasado pisado; sin embargo tus ojos interminables, Che, miran como si no pudieran mirar, asombrados tal vez de que el mundo no entienda que treinta y tres años después sigues bregando dulce y tenaz por la dicha del hombre. ____ Así estamos, consternados, rabiosos, aunque esta muerte sea uno de los absurdos previsibles. Da avergüenza mirar los cuadros, los sillones, las alfombras; sacar una botella del refrigerador, teclear las tres letras mundiales de tu nombre en la rígida máquina que nunca nunca estuvo con la cinta tan pálida. Vergüenza tener frío y arrimarse a la estufa como siempre, tener hambre y comer esa cosa tan simple, abrir el tocadiscos y escuchar en silencio sobre todo si es un cuarteto de Mozart. Da vergüenza el confort y el asma da vergüenza, cuando tú comandante estás cayendo … ametrallado, fabuloso, nítido… eres nuestra conciencia acribillada. Dicen que te quemaron... con qué fuego van a quemar las buenas buenas nuevas, la irascible ternura que trajiste y llevaste con tu voz, con tu barro. Dicen que incineraron toda tu vocación menos un dedo… basta para mostrarnos el camino, para acusar al monstruo y sus tizones, para apretar de nuevo los gatillos. Así estamos, consternados, rabiosos, claro que con el tiempo la plomiza consternación se nos irá pasando, la rabia quedará, se hará más limpia. Estás muerto, estás vivo, estás cayendo, estás nube, estás lluvia, estás estrella… Donde estés … si es que estás … si estás llegando… aprovecha por fin a respirar tranquilo, a llenarte de cielo los pulmones. Donde estés … si es que estás … si estás llegando … será una pena que no exista Dios. Pero habrá otros, claro que habrá otros dignos de recibirte comandante. Mario Benedetti |
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