Sunday, January 30, 2005

Disparate tan morado como indigestible

(Preludio: como las estoy pasando moradas le voy a dar ese tinte a este enero tan incoloro y traicionero)
***
"Y desde 1760, amos y esclavos, señores y pueblos, señoritos y plebe, en octubre, son iguales por la magia celestina de un simple hábito morado."
Oswaldo Reynoso, EN OCTUBRE NO HAY MILAGROS

En algún remoto día del mes de octubre de un año que ansiosamente nos espera (aquí nomás, a la vuelta de la esquina), un curita colorado, calvo y rollizo invitará a sus adormecidos circunstantes a abrazarse y besarse, o, al menos, a estrecharse cálidamente las manos, utilizando unas consabidas palabras: «La paz esté con vosotros… ¡Hermanos, pueden darse la paz!».En ese mismo instante un tipo 'muy importante' que ocupará la primera fila de esa simpática parroquia tejana, besará la frente de su mujer, cerrará los ojos y le pedirá, a ese Ente Supremo y Omnipresente en el que cree firmemente, algo que se puede resumir en esta breve oración (in English, of course):"Dios, ¡tú que eres tan justo!, ayuda a mis soldados a tomar Bogotá sin contratiempos. Amén."
Sí, muy pronto llegará el día de la invasión a Colombia, y, tal vez, los yanquis del Pentágono decidan que este nuevo e inminente atropello –que le otorgará una estrella más a la archifamosa bandera norteamericana– se denomine «Plan Tormenta Cafetera», o, quizá, «Cacería en el caribe».A pocas cuadras de esa parroquia, en la que Bush acabará de pedir la bendición divina para sus portentosas fuerzas armadas, un joven peruano besará la estampita plastificada del Señor de los Milagros que le regaló su mamá el día que dejó su país, y le rogará a Dios que (¡un día más!) lo proteja de las filudas garras de los implacables sabuesos del despiadado departamento de Inmigraciones: «¡Por favor! No te olvides de mí, Señor de los Milagros…»Él pertenece a esa densa masa de peruanos ilegales que están desparramados a lo largo y ancho del Monstruo… del País de las Oportunidades...
Y, a muchos kilómetros de distancia, la ciudad de Lima nos mostrará una escena patética que, año a año, se repite durante todos los días del décimo mes del año: mujeres famélicas y descalzas, arrastrándose de rodillas por las incontables y maltratadas calles, plazas y jirones de la capital… Muchos hombres corpulentos (y otros no tanto) se malograrán la espalda –y se ¡sentirán satisfacción de hacerlo!, pues, según dicen, es en pago a sus numerosos pecados– soportando con alguno de sus hombros las pesadas y «sagradas» andas del Señor de los Milagros… Esos adoloridos hombres y esas acezantes mujeres que, envueltos en prendas moradas, perseguirán, llorarán detrás de una imagen, y también le implorarán a ese Cristo de Pachacamilla, que no permita que se perpetre esa invasión en el vecino país del norte… Pero el Señor de los Milagros no los oirá, porque nunca lo hizo y jamás lo hará. ¿Será tal vez porque es un fetiche inventado por un azar del destino?
Y, así, acabará otro mes morado… dejando a hombres, mujeres y niños con los pies, las rodillas y los hombros morados, rosáceos, fatalmente inflamados.La raza humana inventó los Derechos Humanos para llegar a saber cuántas veces se podía cagar en ellos; fueron hombres los que fundaron un Fondo Monetario Internacional (FMI) y un Banco Mundial para recordarles a otros hombres lo pobres que eran, y lo sumisos que debían seguir siendo……Fueron los hombres también los que inventaron un Dios, para contener a esas masas de seres pobres, desarrapados y hambrientos… para inventarles un paraíso que los reivindicará después de la muerte… para mantenerlos sumisos, dóciles e idiotizados. ¡Qué cagada!

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