Wednesday, June 25, 2008

EN MEMORIA DE ROMUALDO


Tras casi un mes de la muerte del poeta, un testimonio que lo retrata. Vate de la generación del 50 mantuvo sus principios éticos hasta el final de sus días.
Poeta y amigo de toda una vida, Existencia ardua, luchada en esteparia soledad, plena de avatares pero creativa.
¿Cómo recordarlo, tras sus inolvidables poemas, geniales ocurrencias humorísticas, acertadas caricaturas, reniegos y sorpresivas carcajadas?
De su obra literaria se ocupará la crítica, seguro con acierto o lo contrario como es normal. Pero no me cabe duda de su empecinado sentido ético. Jamás recurrió a mover un dedo para lograr un beneficio inmerecido ni aceptar una ventaja o sinecura que le ofrecían por sus méritos. En un mundo contaminado, se mantuvo químicamente puro. Aislado, se negaba a participar en alguna publicación en la que colaboraba alguien, que, en su opinión, no había procedido conforme con sus ideales.
Ingresamos, en 1945, en la Facultad de Letras de San Marcos. Luego de dos años, nos reencontramos en la Escuela de Bellas Artes. Reciente ganador del Premio Nacional de Poesía, en 1951, compartimos un viaje en el, para nosotros, majestuoso Reina del Pacífico, rumbo a España cargados de ilusiones. Era, también, su luna de miel, pues hacía dos días había desposado a la siempre recordada Teresa.
Nos frecuentamos durante un año en Madrid, donde nació Rodrigo, al que cargué en su bautizo.
Romualdo vivió una España sufrida tras la guerra civil, donde las necesidades bordeaban la miseria, se sensibilizó y contactó con importantes poetas de ese noble, generoso país. Allí lo dejé mientras Rodrigo daba la baba por la vida.
Tres años después lo encontré en Lima definido en sus ideales socialistas, participando, con frenesí, en el ambiente cultural y político.
Imposible soslayar a su compañera Teresa, cuya colaboración como mujer y madre fue de suma importancia en la obra de su esposo. Atenta a su producción, lo siguió en sus exilios y tribulaciones.
Deja una obra vasta en temas y técnicas que enriquecen nuestra poesía. Fue homenajeado en Salamanca y editado en Italia. Acá, en su país, su poema a Túpac Amaru es tan famoso que, al decir de Antonio Melis, como toda obra notable se convierte en anónima. Sin embargo, sería una necedad esperar un gesto oficial.
Lo visitaba con frecuencia. En una oportunidad me comunicó que había terminado con la poesía, que no escribiría una línea más. Ahora, me dedico a las artes plásticas, me dijo, y creo haber conseguido un lenguaje propio. Dos días antes de su fallecimiento, me mostró sus interesantes trabajos en blanco y negro.
LA DESPEDIDA
En el homenaje póstumo en San Marcos los oradores elogiaron su obra, leyeron algunos de sus poemas; un par de delegaciones escolares colocaron ofrendas florales y se mostró un video que nos permitió escucharlo recitando su famosa cantata. A muchos se nos humedecieron los ojos.
Mi "dulzura", como le llamaba a su hija Laurita, ejemplo de amor filial, agradeció emocionada.
Se fue, descansó, se podrán decir muchas cosas de su vida, obra, obsesiones, y voluntaria reclusión… pero no podrán olvidarlo.
EL DATO
Carlos Bernasconi. Es un reconocido escultor y fue uno de sus amigos más entrañables quien desde hace mucho tiempo se mantuvo cerca y atento a nuestro recordado poeta.
Carlos Bernasconi (Diario La República, Lima)
Foto: Alejandro Romualdo y Carlos Germán Belli

EL CUENTO DE LA DONCELLA


Dormíamos en lo que, en otros tiempos, había sido el gimnasio. El suelo, de madera barnizada, tenía pintadas líneas y círculos correspondientes a diferentes deportes. Los aros de baloncesto todavía existían, pero las redes habían desaparecido. La sala estaba rodeada por una galería destinada al público; y tuve la impresión de que podía percibir, como en un vago espejismo, el olor acre del sudor mezclado con ese toque dulce de la goma de mascar y del perfume de las chicas que se encontraban entre el público, vestidas con faldas de fieltro – así las había visto yo en las fotos —, más tarde con minifaldas, luego con pantalones, finalmente con un solo pendiente y peinadas con crestas de rayas verdes. Aquí se habían celebrado bailes; persistía la música, un palimpsesto de sonidos que nadie escuchaba, un estilo tras otro, un fondo de batería, un gemido melancólico, guirnaldas de flores hechas con papel de seda, demonios de cartón, una bola giratoria de espejos que salpicaba a los bailarines con copos de luz.
En la sala había reminiscencias de sexo y soledad y expectativa, la expectativa de algo sin forma ni nombre. Recuerdo aquella sensación, el anhelo de algo que siempre estaba a punto de ocurrir y que nunca era lo mismo, como no eran las mismas las manos que sin perder el tiempo nos acariciaban la región lumbar, o se escurrían entre nuestras ropas cuando nos agazapábamos en el aparcamiento o en la sala de la televisión con el aparato enmudecido y las imágenes parpadeando sobre nuestra carne exaltada.
Suspirábamos por el futuro. ¿De dónde sacábamos aquel talento para la insaciabilidad? Flotaba en el aire; y aún se respiraba, como una idea tardía, cuando intentábamos dormir en los catres del ejército dispuestos en fila y separados entre sí para que no pudiéramos hablar. Teníamos sábanas de franela de algodón, como las que usan los niños, y mantas del ejército, tan viejas que aún llevaban las iniciales U.S. Doblábamos nuestra ropa con mucha prolijidad y la dejábamos sobre el taburete, a los pies de la cama. Enseguida bajaban las luces pero nunca las apagaban. Tía Sara y Tía Elizabeth hacían la ronda; en sus cinturones de cuero llevaban colgando aguijones eléctricos como los que usaban para el ganado.
Sin embargo, no llevaban armas; ni siquiera a ellas se las habrían confiado. Su uso estaba reservado a los Guardianes, que eran especialmente escogidos entre los Ángeles. No se permitía la presencia de Guardianes dentro del edificio, excepto cuando se los llamaba; y a nosotras no nos dejaban salir, salvo para dar nuestros paseos, dos veces al día y de dos en dos, alrededor del campo de fútbol que ahora estaba cercado con una valla de cadenas, rematada con alambre de púas. Los Ángeles permanecían fuera, dándonos la espalda. Para nosotras eran motivo de temor, y también de algo más. Si al menos nos miraran, si pudiéramos hablarles... Creíamos que así podríamos intercambiar algo, hacer algún trato, llegar a un acuerdo, aún nos quedaban nuestros cuerpos... Esta era nuestra fantasía.
Aprendimos a susurrar casi sin hacer ruido. En la semipenumbra, cuando las Tías no miraban, estirábamos los brazos y nos tocábamos las manos mutuamente. Aprendimos a leer el movimiento de los labios: con la cabeza pegada a la cama, tendidas de costado, nos observábamos mutuamente la boca. Así, de una cama a otra, nos comunicábamos los nombres: Alma, Janine, Dolores, Moira, June.
Margaret Atwood
Fragmento

Margaret Atwood, Premio Príncipe de Asturias de las Letras


La escritora canadiense Margaret Atwood fue galardonada el miércoles con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008, según hizo público en Oviedo el jurado.
El premio fue otorgado "por su espléndida obra literaria que ha explorado diferentes géneros literarios con agudeza e ironía y porque ella asume inteligentemente la tradición clásica, defiende la dignidad de las mujeres y denuncia situaciones de injusticia social", dijo el comunicado del jurado presidido por Víctor García de la Concha.
Considerada la máxima exponente de la literatura canadiense y una las voces más eminentes de la narrativa actual, Atwood ofrece en sus novelas su visión comprometida y crítica del mundo y la sociedad contemporáneos, mientras revela una extraordinaria sensibilidad en su abundante producción poética, género que cultiva con maestría.
Margaret Atwood nació 1939 en Ottawa, en la provincia canadiense de Ontario, y se graduó en Artes en el Victoria College de la Universidad de Toronto.
Posteriormente cursó estudios de postgrado en el Radcliff College de Cambridge (Massachussets) y en la Universidad de Harvard, ambos en EEUU, y ha sido profesora de Literatura Inglesa en diversas universidades canadienses.
Dedicada por completo a la escritura desde 1972, ha sido una prolífica autora que obtuvo reconocimiento internacional con su novela "La mujer comestible", a la que siguieron "Resurgir", "Doña Oráculo", "Life Before Man", "Ojo de gato" y "La novia ladrona".
La trama de sus obras se centra frecuentemente en la figura de la mujer, su madurez y los cambios de rol sexual.
POETISA
Es también una consumada poetisa, género en el que recurre a referencias mitológicas, culturales, literarias y pictóricas, como en "Double Persephone, "The Circle Game" y "Procedures for Underground".
Algunas de sus novelas se han adaptado al cine y al teatro, como "La mujer comestible", "El cuento de la criada", también convertida en ópera, "Alias Grace" y "El asesino ciego", entre otras.
La novela "Oryx y Crake", la colección de relatos "The Tent" y el libro de poesía "The Door" son sus últimos títulos.
En 2000 ya obtuvo el Booker Prize, máximo galardón de la literatura en lengua inglesa, que se suma a una larga lista de reconocimientos.
Su candidatura se ha impuesto a otras 31. El año pasado, el premio fue concedido al israelí Amos Oz.
Este ha sido el sexto de los ocho Premios Príncipe de Asturias que se conceden este año en la 28ª edición.
Anteriormente fueron otorgados el de las Artes a las Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela; el de Cooperación Internacional a cinco organizaciones que lideran en África la lucha contra la malaria; el de Investigación Científica y Técnica a cinco científicos que lideran la creación de nuevos materiales; el de Comunicación y Humanidades a Google, y el de Ciencias Sociales al filólogo francés de origen búlgaro Tzvetan Todorov.
Los Premios Príncipe de Asturias están dotados con 50.000 euros cada uno, la escultura creada por Joan Miró, un diploma y una insignia acreditativos. Los galardones serán entregados en otoño en Oviedo.
El jurado premió a la escritora canadiense "por su espléndida obra literaria, que ha explorado diferentes géneros con agudeza e ironía". En la elección final superó al albanés Ismail Kadaré, el británico Ian McEwan y al español Juan Goytisolo.
La escritora canadiense Margaret Atwood fue reconocida hoy con el Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2008. El jurado premió a Atwood "por su espléndida obra literaria, que ha explorado diferentes géneros con agudeza e ironía". Asimismo la eligió porque en su obra "asume inteligentemente la tradición clásica, defiende la dignidad de las mujeres y denuncia situaciones de injusticia social". La escritora, nacida en Ottawa en 1939, se licenció en 1961 en Filología Inglesa por el Victoria College de la Universidad de Toronto y en 1962 obtuvo el doctorado por el Radcliffe College. De esa época es su poesía más temprana, cargada de reminiscencias mitológicas y arquetípicas, como el poemario 'Double Persephone" (1961). Atwood irrumpió posteriormente entre los valores poéticos de su generación con el trío de títulos 'The animals in that country' (1968), 'Procedures for underground' (1970) y 'Selected poems' (1978). Interesada por el avance científico y, especialmente, la función renovadora del movimiento feminista en la sociedad, considera que la aportación más radical del feminismo es su esencia, "ayudar a las mujeres a confiar en sus posibilidades", como reflejan sus obras 'Juegos de poder' (poesía), publicada en 1971 y una de las pioneras en este campo en su país, junto con su ensayo 'Second words' (1982). Observación, minuciosidad y análisis son capacidades que ha aplicado en su propia vida y la literatura, erigida sobre dos columnas: la identidad canadiense, presente en los libros de poesía 'El juego del círculo' (1964) y 'Los diarios de Susannah Moodie' (1970), además de la condición femenina que abordó en novelas tan significativas como 'La mujer comestible' (1969), sobre la marginación social de este sexo, 'Daño físico' (1982) y 'Ojo de gato' (1988). Este premio recayó en ediciones anteriores en autores como José Hierro, Juan Rulfo, Ángel González, Mario Vargas Llosa, Camilo José Cela, Claudio Rodríguez, Carlos Fuentes, Francisco Umbral, Günter Grass, Augusto Monterroso, Doris Lessing, Arthur Miller, Susan Sontag, Claudio Magris, Paul Auster y Amos Oz, quien lo recibió en 2007. En esta edición se fallaron ya cinco de los ocho Premios Príncipe de Asturias, como el de Cooperación Internacional, que fue para cuatro organizaciones que luchan contra la malaria en África, y el de las Artes, para el Sistema de Orquestas Juveniles e Infantiles de Venezuela (Artes). El galardón de Investigación Científica y Técnica recayó en cinco investigadores que estudian la aplicación de nuevos materiales en la ciencia; el de Comunicación y Humanidades en Google; y el de Ciencias Sociales en Tzvetan Todorov.

Fuente (Reuters y Clarín de Argentina)

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