Friday, March 25, 2005

MAR ADENTRO



El suicidio sólo debe mirarse como una debilidad del hombre, porque indudablemente es más fácil morir que soportar sin tregua una vida llena de amarguras.”
Goethe

“...los doctores de Houston Texas lograron salvarle el pellejo pero no la dignidad, porque quedó parapléjico e impotente el infeliz, sembrado como en maceta entre una silla de ruedas y según sospecha el Midas, también incontinente, aunque la Araña jura que eso no, que no poder fornicar ni caminar ya es humillación suficiente y que el día que además se ensucie encima, se pega un tiro sin pensársela más...”
Laura Restrepo, Delirio
______

Dice, Albert Camus, en su ensayo “Lo absurdo y el suicidio”, que no hay sino un problema filosófico realmente serio: el suicidio. Juzgar que la vida vale o no la pena de ser vivida equivale responder a la cuestión fundamental de la filosofía. El resto, si el mundo tiene tres dimensiones, si las categorías del espíritu son nueve o doce, viene después.
El español Ramón Sampedro (1843-1998), mecánico de barcos que recorrió el mundo durante su agitada juventud, trató, a su peculiar manera, de responder a esta cuestión fundamental de la filosofía.
Todo empezó en 1968 cuando Ramón, infelizmente, cayó, justo cuando la marea había bajado, al mar desde una roca. El soberbio trompicón de su cabeza contra la arena lo dejó tetrapléjico. Desde ese día Ramón entendió que una mala jugada del destino le había cercenado lo más importante que tiene el ser humano: su libertad. Y llegó a la, varias veces revisada, conclusión de que sólo la recuperaría con la muerte.
Con el lema “vivir es un derecho y no una obligación”, intentó durante tres décadas arañar la ansiada muerte que lo liberaría de ese cuerpo tullido –de ese infierno– en el que se encontraba aprisionado.
En 1998 alcanzó su cometido: se suicidó y, de esta manera, escapó del averno.
Pero, claro, sería más interesante leer unas líneas de la pluma del propio Ramón Sampedro (que aparecen en su libro, publicado póstumamente, CARTAS DESDE EL INFIERNO):
"El día 23 de agosto de 1968 me fracturé el cuello al zambullirme en una playa y tocar con la cabeza en la arena del fondo. Desde ese día soy una cabeza viva y un cuerpo muerto. Se podría decir que soy el espíritu parlante de un muerto.
Si hubiese sido un animal, habría recibido un trato acorde con los sentimientos humanos más nobles. Me habrían rematado porque les habría parecido inhumano dejarme en ese estado para el resto de la vida. ¡A veces es mala suerte ser un mono degenerado!
"
Estamos hablando, pues, del suicidio y la eutanasia. Y para esto cito al escritor José Adolph, quien, se plantea, en la edición Nro. 1866 de CARETAS, una pregunta que él mismo se responde (y que, desde luego, yo sucribo):
La pregunta final de toda esta antigua polémica es, naturalmente, ¿quién es dueño de mi vida? Para los religiosos, Dios. Para la mayoría de los gobernantes y legisladores, el Estado. Para algunos (me cuento entre ellos), yo y nadie más.” Luego, finaliza su artículo con un pedido (que debería ser el pedido de todos): “Entonces seamos sinceros y devolvamos al ser humano sus derechos arrebatados por religiones y estados”.
Para finalizar, vuelvo a citar a Albert Camus: “Matarse es, en cierto sentido y como en el melodrama, confesar. Es confesar que la vida nos supera o que no la entendemos. Es confesar que no vale la pena”.

Creo yo que todos tenemos el derecho a no entender a la vida (me pregunto: ¿quién diablos la entiende?), tenemos libre albedrío para confesarnos a nosotros mismos que -por diversos motivos- vivir ya no vale la pena. En resumidas cuentas, tenemos todo el derecho de suicidarnos sin previo aviso y utilizando el método que más se nos antoje (recordemos, para esto, a sólo un par de famosos suicidas: Ernest Hemingway y José María Arguedas). ¿Por debilidad? ¿Por depresión? ¿Por cobardía? ¡Por lo que sea! Eso no debiera importarle a nadie. El suicidio es, como lo sentenció Séneca, el último acto de una persona libre. Y la libertad está por encima de todo. ¿O no?

O. Mazeyra
____

LOS ENSUEÑOS

Mar adentro, mar adentro,
Y la ingravidez del fondo,
Donde se cumplen los sueños,
Se juntan dos voluntades
Para cumplir un deseo.

Un beso enciende la vida
Con un relámpago y un trueno,
Y en una metamorfosis
Mi cuerpo no era ya mi cuerpo;
Era como penetrar al centro del universo:

El abrazo más pueril,
Y el más puro de los besos,
Hasta vernos reducidos
En un único deseo:

Su mirada y mi mirada
Como un eco repitiendo, sin palabras:
Más adentro, más adentro,
Hasta el más allá del todo
Por la sangre y por los huesos.

Pero me despierto siempre
y siempre quiero estar muerto
Para seguir con mi boca Enredada en sus cabellos.

RAMÓN SAMPEDRO (de su libro CARTAS DESDE EL INFIERNO)














Tuesday, March 22, 2005

Pasando revista a nuestras vidas

Quisiera saber tu nombre
tu lugar, tu dirección
y si te han puesto teléfono,
también tu numeración.
Te suplico que me avises
si me vienes a buscar,
no es porque te tenga miedo,
sólo me quiero arreglar.
Charly García, CANCIÓN PARA MI MUERTE
_______

Hoy tendría 45 años. Es una leyenda del automovilismo mundial (en Brasil es el más grande ídolo después de Pelé). Se llamaba Ayrton Senna Da Silva. La muerte (esa extraña conocida) lo visitó en el Premio de San Marino, para ser exactos, en la curva de Tamburello del circuito de Imola (Italia).
Dicen que cuando uno está a instantes de morir, activa en la mente una lacónica cinta fílmica que, en forma trepidante (¿angustiante?), pasa revista a los instantes más importantes de nuestra vida (“hay recuerdos que no voy a borrar, personas que no voy a olvidar... hay aromas que me quiero llevar, silencios que prefiero callar...”, dice Fito Páez en una de sus canciones): postales e instantáneas en donde se confunden personas, animales y cosas; lo bueno, lo malo, lo bonito y lo feo.

Dicen, también, que esta apretada síntesis de nuestro paso por el mundo de los vivos, tiene una duración que no alcanza al ¡segundo! (para muchos la velocidad de esa relampagueante proyección mental bien podría competir con la de la luz, ¿será posible? Tal vez, porque el cerebro humano no sabe de límites).
¿Habrá, Ayrton Senna, tenido la oportunidad de ver su película de vida? Lo dudo. Estoy casi convencido de que, para horror de sus fieles seguidores, lo último que vio fue ese muro de contención contra el que se estrelló estrepitosamente el 1 de mayo de 1994. Y es que a veces la muerte es tan brusca e inesperada que, para bien o para mal, hace oídos sordos al pedido de Charly García en Canción para mi muerte, y no nos permite ni siquiera despedirnos de nosotros mismos.




"El segundo es el primero de los perdedores" (Ayrton Senna)

Si estuviéramos a un segundo de la muerte ¿qué imágenes desfilarían (deberían desfilar, en todo caso) por nuestra mente? ¿A qué conclusión llegaríamos luego de echar una rápida mirada retrospectiva? ¿Valió la pena vivir o nos faltó mucho, muchísimo, por hacer?
Acá, el ejemplo –sacado de El Muro de Jean-Paul Sartre– de un condenado a muerte que, contra el reloj y a pocas horas de visitar el patíbulo, da una visceral lectura de su vida (o, lo que él llama, un esbozo de vida):
...Con qué violencia corría tras de la felicidad, tras de las mujeres, tras de la libertad. ¿Para qué? Quise libertar a España, (...), me adherí al movimiento anarquista, hablé en reuniones públicas: tomaba todo en serio como si fuera inmortal.Tuve en ese momento la impresión de que tenía toda mi vida ante mí y pensé: “Es una maldita mentira”. Nada valía puesto que terminaba. Me pregunté cómo había podido pasear, divertirme con las muchachas: no hubiera movido un dedo meñique si hubiera podido imaginar que moriría así: Mi vida estaba ante mí terminada, cerrada como una saco y, sin embargo, todo lo que había en ella estaba inconcluso. Intenté durante un momento juzgarla. Me hubiera querido decirme: es una bella vida. Pero no se podía emitir juicio sobre ella, era un esbozo...

La sentencia está gastada, pero igual me animo a volver a lanzar a la sartén este refrito: "Vive cada día como si fuese el último".

Wednesday, March 16, 2005

EL SEXO (según Woody Allen)

García Márquez sentencia, en su MEMORIA DE MIS PUTAS TRISTES, que "el sexo es la versión más triste del amor".
_
Acá, Woody Allen x 5 (yo, al menos, me quedo con la cuarta):
1) Solo existen dos cosas importantes en la vida. La primera es el sexo y la segunda no me acuerdo.

2) El amor es la respuesta, pero mientras usted la espera, el sexo le plantea unas cuantas preguntas.

3) El sexo sólo es sucio si se hace bien.

4) El sexo sin amor es una experiencia vacía. Pero como experiencia vacía es una de las mejores.
5) El sexo es lo más divertido que se puede hacer sin reír.

Monday, March 14, 2005

A CUIDAR LA FLAUTA

Carlos Salvador Bilardo (Buenos Aires, 1942), entrenador argentino campeón del mundo en México 1986, es uno de los técnicos más obsesivos y estrafalarios que el fútbol haya conocido... Una de las cosas que más le preocupaban (y, de hecho, ¡aún le preocupan!) es que sus jugadores tengan relaciones sexuales antes de los partidos de fútbol; por eso, existe una vieja anécdota que cuenta que, en uno de sus equipos, existía un jugador orientado a la vida bohemia (de noches, boliches y mujeres) que le estaba causando menudos problemas. Bilardo, médico de profesión, en vez de hacerse problemas dándole una magistral charla médica, optó por fabricar una recomendación tan escueta como certera:

“Che, cuidá la flauta... ¡que la serenata es larga!”

Sunday, March 13, 2005

MARIO VARGAS LLOSA: EL NOBEL ESQUIVO... ¿ETERNAMENTE?

El escritor estadounidense Isaac B. Singer afirmaba que, aunque le confirmaran que el propio Shakespeare había llegado a vivir a su barrio, no saldría de casa por ir a conocerlo personalmente, por miedo a quedar decepcionado: obras tan grandes, y autores que pueden ser hombres tan pequeños.
Vamos, por eso, al meollo del asunto: Veamos rápidamente a William Shakespeare a partir de dos vertientes: primero, como ser humano común y silvestre y, posteriormente, como artista (sus obras hablan por él, ¿no es cierto?).
Si el hecho de que, pongamos (falazmente), Shakespeare haya sido en vida un pobre diablo, un indeseable y otras cosas peores, ésto no tiene nada que ver con el Shakespeare artista, quien, de estar vivo, debería, sin duda, hacerse acreedor al máximo reconocimiento que hay en el planeta (para los escritores): el premio Nobel de Literatura.
Porque, ojo, estamos hablando de un premio de "literatura" (arte que emplea como medio de expresión una lengua), no del Nobel de "Economía" o, digamos, de un premio sobre "Ideologías Políticas".
Para ganar el Nobel de Literatura hay que ser un creador notable -y Mario Vargas Llosa lo es-; hay que ser, como el propio MVLL lo dice, un deicida: competir con Dios y, mediante la palabra escrita, representar una realidad envolvente que atrape al lector. Con La Casa Verde, La Guerra del Fin del Mundo o El paraíso en la otra esquina, Vargas Llosa demuestra fehacientemente que es un deicida de excepción, y que se merece ese Premio desde hace rato.
El que MVLL tenga una ideología política y una visión de la vida que a muchos les displazca, no tiene nada que ver con su talento para la "literatura" (la obra de arte está por encima del artista y de sus opciones religiosas, políticas, sexuales, etcétera). No olvidemos que el propio Borges (otro escritor que mereció el Nobel) se animó a recibir una condecoración de Augusto Pinochet. ¿Acaso esa conducta lo vetaba para ganar el Nobel? De ninguna manera. Cuando uno se somete a la lectura de una ficción no le interesa -no debiera interesarle- si el autor de la misma es fascista, nazi, neoliberal o marxista... Lo que interesa es que el autor persuada, atrape al lector, y lo haga de tal manera que el libro no se le caiga de las manos.
A Neruda le dieron el Nobel por su talento innato para la poesía, no por dedicarle loas al impresentable Stalin; a Camilo José Cela le dieron el Nobel por sus grandes novelas, no por ser fascista, delator e informante del régimen franquista... A García Márquez le dieron el Nobel por inventar ese fulgurante paraíso del realismo mágico que es Macondo (¿acaso se lo debieron negar por ser, hasta hoy, un cortesano de la dictadura castrista? No, claro que no)... A Borges le debieron entregar el Nobel por su poesía, por El Aleph y todo su talento creativo... Vargas Llosa merece el Nobel por sus notables novelas, la Academia Sueca no debe negárselo porque él considere que la invasión a Irak era "el mal menor"... NO CONFUNDAMOS, ¡POR FAVOR!, PAPAS CON CAMOTES...






Nota.-
Algunos nacionalistas despistados (sí: despistados, más despistados que el que escribe estas líneas) no le perdonan a Vargas Llosa el hecho de "haberse nacionalizado español" (sic).
Lo cierto es que Vargas Llosa solicitó la nacionalidad española sin renunciar a la peruana, por lo tanto, es peruano-español.
¿Y por qué lo hizo? Alguien dirá “porque odia al Perú”, “porque no ganó las elecciones”, etcétera... Vargas Llosa pidió la nacionalidad española para evitar que un dictador de pacotilla de origen japonés lo convirtiera en un paria cuando pretendió arrebatarle la nacionalidad peruana por el simple hecho de que MVLL gritaba a los cuatros vientos que en el Perú se había instaurado una nueva dictadura. (¿No es increíble? Un japonés, que hoy está prófugo, le intentó arrebatar la nacionalidad a un arequipeño de pura cepa... Eso sólo puede ocurrir en nuestro querido Perú... Pero, bueno, el tiempo le dio la razón a Mario y eso es lo que en verdad importa... Ojalá, también, el tiempo le abra los ojos a los miembros de la Academia Sueca).

Saturday, March 12, 2005

LAS PALABRAS...

"Las palabras son buenas. Las palabras son malas. Las palabras ofenden. Las palabras piden disculpa. Las palabras queman. Las palabras acarician. Las palabras son dadas, cambiadas, ofrecidas, vendidas e inventadas. Las palabras están ausentes. Algunas palabras nos absorben, no nos dejan: son como garrapatas, vienen en los libros, en los periódicos, en los mensajes publicitarios, en los rótulos de las películas, en las cartas y en los carteles. Las palabras aconsejan, sugieren, insinúan, conminan, imponen, segregan, eliminan. Son lubrificadas con aceite de paciencia. Los cerebros están llenos de palabras que viven en paz y en armonía con sus contrarias y enemigas. Por eso la gente hace lo contrario de lo que piensa creyendo pensar lo que hace. Hay muchas palabras..."

José Saramago, “LAS PALABRAS”
____
No tenemos a la mano –al menos todavía no hemos inventado– otro medio mejor para entendernos y explicarnos; y, aunque parezca mentira, a veces las palabras (todas las que atiborran las páginas del diccionario de la R.A.E.) se quedan cortas y se convierten en una gran limitante que no nos deja expresar cabalmente lo que, en realidad, queremos decir (u ocultar)... Y, todos somos palabras y estamos hechos de palabras:
–Soy terco –dice, convencido, Juan.
–Yo soy pesimista –sentencia, algo confundida, Laura.
Pero esos dos adjetivos no significan lo mismo para todos: la terquedad para muchos es positiva y para otros tantos no es más que un oscuro defecto que reduce a las personas; igual ocurre con el pesimismo, pues, a veces ser pesimista está emparentado con ser realista (“
Un pesimista es un optimista bien informado”, dice Mario Benedetti... “Como no hay dos vidas iguales, el poso vital que se va sedimentando en el individuo colorea poderosamente su lenguaje personal. La palabra 'guerra' no significa lo mismo para el que estuvo en el frente y para el que no estuvo; ni siquiera tiene la misma resonancia para el aviador que para el marino, pues han conocido distintos tipos de guerra, con sonidos, colores y hasta olores diferentes, por lo que la palabra evoca una quintaesencia singular de sentimientos y sensaciones en cada individuo. ¿Quién nos asegura que dos mendrugos del mismo pan saben iguales en la boca de dos persona distintas? A una puede gustarle y a otra no, con lo que el reflejo condicionado se va formando de manera distinta. A fin de cuentas, la expresión “más bueno que el pan” pueda parecer absurda a quien detesta dicho alimento, y también el antiguo lugar común poético “besos más dulces que el vino” parece ilógico al lector medio, acostumbrado cada vez a vinos más secos, y en cambio sí suena apropiado a oídos del viejo aficionado al oloroso con pastas de media mañana”, dice Alfredo Bryce Echenique).

Gracias a las palabras, leemos y escribimos. Dos actividades que, sin duda, enriquecen la vida todos aquéllos que las llevan a cabo. Incluso los blogs pueden ser considerados como rincones virtuales de escribidores en potencia (algunos flaubertianos que publican todos los días, y otros, menos rígidos, que lo hacen intermitentemente debido a varias razones); a todos ellos los une un vínculo común: DECIR algo, CONTAR algo, CRITICAR algo, TOMAR POSICIÓN con respecto a algo... Y para eso sólo tenemos a la mano las palabras (pues, se me antoja, las imágenes están dentro de otro contexto).
Las palabras no cumplen otra función que enmascarar lo que realmente sentimos... Cuando hablamos, escribimos, conversamos por chat o por teléfono podemos ser sinceros y espontáneos o falsos e hipócritas... Al menos, en el mundo de los blogs, las motivaciones que mueven a la gente a escribir (cosas frívolas y deleznables, o sustanciales y edificantes) está marcado por ese deseo o impulso vital que bulle en su interior ("Toda actividad humana está motivada por el deseo o el impulso", dejó dicho Bertrand Russell).
¿Qué los (nos) hace escribir? ¿Cuáles son sus (nuestras) razones y motivaciones? Pueden ser altruistas o innobles, generosas o mezquinas, complejas o banales... Yo, por lo menos, no sé para qué diablos escribo; tal vez porque le encuentro cierto placer o encanto, pero estoy convencido de que no es sólo por acceder a una mera fruición, creo que construir frases o ideas con una pluma o un teclado, en verdad, nos hace mejores personas... Por eso, cuando usen las palabras, traten de volcar lo mejor que poseen, eso sí, sí que vale la pena.

 Bitacoras.com
directorio de weblogs. bitadir

Contador de visitas