Monday, January 30, 2006

Ayer franqueé ariscos ríos voladores...

Ayer franqueé ariscos ríos voladores de enardecidas aguas sólidas, y alcancé a auscultar una miríada de cebras violetas con cuernos de unicornio gallego.

En un sendero evanescente, me bramaron un millar de perros sofistas (que, de rato en rato, maullaban como anacondas astrales); y, más luego, me hicieron ceremoniosas venias unos gatos políglotas (que ladraban en silencio como los alacranes marinos del desierto de Atacama).

Monday, January 23, 2006

El verdadero pensador no piensa por los demás...

El verdadero pensador no piensa por los demás, lo que hace en todo caso es despertar la vocación de pensar de los otros. En cambio, la gente lo que quiere no es que tú les hagas pensar, sino que le des el "kit filosófico".
(...)
Uno de los fenómenos más graves del panorama intelectual es la desaparición de la filosofía política y sustituirla por una filosofía moral. Intentar sustituir la política por la moral es como apagar un incendio con un hisopo de agua bendita.
¿Por qué la izquierda sigue fascinada por el nacionalismo?
Es de una incuria mental absoluta. Existía un residuo antisistema y parecía que el nacionalismo tenía que ver con eso, que es todo lo contrario, y luego por luchar contra el PP y Aznar. Me duele que la izquierda haya adoptado como algo progresista al nacionalismo, que es lo más reaccionario y retardatario que existe como ideología política.
Fernando Savater

Tuesday, January 17, 2006

Aunque nací en el Perú, mi vocación es de un cosmopolita y un apátrida


(...) Aunque nací en el Perú («por un accidente de la geografía», como dijo el jefe del Ejército peruano, general Nicolás de Barí Hermoza, creyendo que me insultaba) mi vocación es de un cosmopolita y un apátrida, que siempre detestó el nacionalismo y que, desde joven, creyó que, si no había manera de disolver las fronteras y sacudirse la etiqueta de una nacionalidad, ésta debería ser elegida, no impuesta. Detesto el nacionalismo, que me parece una de las aberraciones humanas que más sangre ha hecho correr y también sé que el patriotismo, como escribió el doctor Johnson, puede ser «el último refugio del canalla». He vivido mucho en el extranjero y nunca me he sentido un forastero total en ninguna parte. Pese a ello, las relaciones que tengo con el país donde nací son más entrañables que con los otros, incluso aquellos en los que he llegado a sentirme en mi casa, como España, Francia o Inglaterra. No sé por qué es así, y en todo caso no es por una cuestión de principio. Pero lo que ocurre en el Perú me afecta más, me irrita más, que lo que sucede en otras partes, y, de una manera que no podría justificar, siento que hay entre mí y los peruanos algo que, para bien y para mal —sobre todo para mal—, parece atarme a ellos de modo irrompible. No sé si esto se relaciona con el pasado tormentoso que es nuestra herencia, con el presente violento y miserable del país y su incierto futuro, con experiencias centrales de mi adolescencia en Piura y en Lima, o, simplemente, con mi infancia, allá en Bolivia, donde, como ocurre con los expatriados, en casa de mis abuelos y mi madre se vivía el Perú, el ser peruanos, como el más preciado don caído sobre nuestra familia.
Quizá decir que quiero a mi país no sea exacto. Abomino de él con frecuencia y, cientos de veces, desde joven, me he hecho la promesa de vivir para siempre lejos del Perú y no escribir más sobre él y olvidarme de sus extravíos. Pero la verdad es que lo he tenido siempre presente y que ha sido para mí, afincado en él o expatriado, un motivo constante de mortificación. No puedo librarme de él: cuando no me exaspera, me entristece, y, a menudo, ambas cosas a la vez. Sobre todo desde que compruebo que ya sólo interesa al resto del mundo por los cataclismos, sus récords de inflación, las actividades de los narcos, los abusos a los derechos humanos, las matanzas terroristas o las fechorías de sus gobernantes. Y que se habla de él como de un país de horror y de caricatura, que se muere a poquitos, por la ineptitud de los peruanos para gobernarnos con un mínimo de sentido común.
Mario Vargas Llosa, El pez en el agua

Sunday, January 15, 2006

¿Le serías infiel?

TRES NOMAS, PIBE (*)

–Tres nomás, Pibe –me advierte enfáticamente Rafo antes de destapar la primera cerveza con el pico de la segunda–. Porque después nos embalamos... la seguimos de largo... y vas a terminar tirado en una vereda de la Estados Unidos como el sábado pasado.
Todavía me dice Pibe (son contados los que lo siguen haciendo: aparte de Rafo, sólo el Vikingo, el Marcial y el Faustino siguen usando esas cuatro letras para nombrar a este servidor). Es un mote que me gané en el colegio. Tenía la cabellera profusa y más clara que ahora. Cuando terminaban las extenuantes clases de educación física todos, acezantes, íbamos corriendo «a mojarnos la mitra» en la hilera de caños que había en la orilla del patio donde se alzaba la sección primaria. En ese mismo lugar me bautizaron con esa chapa: «Miren la mocha del Duarte –recuerdo que, todavía algo agitado, dijo el Loco Málaga–. Se parece al Pibe Valderrama.» Todos, menos yo, dejaron de tomar agua para celebrarle la gracia. Y desde ese momento, para algunos –como Rafo Mendieta– dejé de ser Duarte, y, sin querer, me apropié del apelativo del crack del fútbol colombiano que estaba de moda por ese entonces: Pibe, porfa, préstame tu cuaderno de Química; ya no lo jodan al Pibe; ya pues, Pibe, regálame china pa’ una cremolada; al Pibe se le hace plagiar, es un rosquete; sí, yo también lo he visto al Pibe molestando a las cholas del Santa Dorotea...
–Estabas zampado, Pibe –me hace recordar, sonriendo, y mira de reojo el trasero de la mesera–. Te dije: «espérame voy a la esquina a llamar a la Sarita» y, cuando regresé, estabas seco. Te parecías a esos pordioseros que se quedan dormidos en las calles.
–Sí –lo acepto con algo de incomodidad–, pero ya no me hagas acordar. Ese pisco que tomamos estaba bambeado, por eso me fui a la mierda. Todos los tragos los están falsificando, ya no se puede confiar en nadie, Rafo.
–No, Pibe, no fue por eso –alega Rafo y me alcanza el vaso luego de sacudirlo contra el suelo–. Lo que pasa es que siempre que te peleas con tu Verónica te deprimes mucho, hermano. La Vero te tiene en la lona, pero no quieres aceptarlo.
–No pasa nada, Rafo –le digo, y dibujo un semblante escéptico mientras lleno el vaso–. Mira: hoy día, ella quería salir conmigo y le dije que no podía, que tenía que estudiar para mi examen de Cálculo... ¿Y ya ves? Estoy chupando contigo mientras ella está encerrada en su jato.
–Esas son huevadas, Pibe –afirma con tono burlón–. Estás en la fase de la negación: no quieres aceptar que te templaste. Acéptalo nomás y no te hagas paltas, porque estás con tu causa. Además, cuando te toca, te toca.

Sonrío y, mientras apuro mi ración de cerveza helada, pierdo la mirada en el fondo del bar: un muchacho con un delantal de plástico rocía ambientador en el baño y un par de viejos borrachos se abrazan con un fervor que anuncia otra caja más de cerveza... Un perro enjuto se pasea nerviosamente por entre las mesas. No creo que el pobre animal encuentre un hueso en un bar tan desmedrado... a lo mucho se ganará una mirada lastimosa como la mía.
–¿Le serías infiel? –me larga la pregunta más aviesa e inesperada de la tarde y el perro ya no me importa. Su pregunta me devuelve a la mesa. Es más: su pregunta, por unos instantes, me abstrae completamente del bar.
Me escudriña con los ojos mientras espera que me pronuncie. No lo hago.
–Pásame el vaso, Pibe –me ordena estirando la mano–. Y, no arrugues, dime la verdad: ¿te tirarías a otra cojuda?
(*) Para leer la historia completa escribe a despistado_aqp@hotmail.com

Friday, January 13, 2006

¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción

(...)
Yo sueño que estoy aquí
destas prisiones cargado,
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño:
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.

Calderón de la Barca

Wednesday, January 11, 2006

los que cagan bien y los que cagan mal...

(...) cómo se arma un relato, cómo se cuenta un cuento. Me pregunto, sin embargo, hablando con entera franqueza, si es algo que se pueda aprender. No quisiera descorazonar a nadie, pero estoy convencido de que el mundo se divide entre los que saben contar historias y los que no, así como, en un sentido más amplio, se divide entre los que cagan bien y los que cagan mal...
Gabriel García Márquez, La bendita manía de contar

Tuesday, January 10, 2006

El lenguaje de Vargas Llosa

"(...)El lenguaje en (la obra de) Vargas Llosa no es bien trabajado. Cuando uno lee a Vargas Llosa no encuentra imagen, no encuentra una prosa bien trabajada. Y, últimamente, lo que más le interesa en sus novelas, como La fiesta del Chivo y El Paraíso en la otra esquina, es sólo dar información."
Oswaldo Reynoso

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