Wednesday, April 30, 2008

Bolocco conquista Perú alabando su pisco sour

Cecilia Bolocco lanzó su línea de ropa en la tienda Saga Falabella del centro comercial Jockey Plaza de Lima, adonde llegó el lunes 28. Su visita no ha pasado inadvertida, al punto de que ayer apareció en la portada del diario "El Comercio", que publicó una página completa con sus actividades del lunes: regaló libros en un colegio y alabó el pisco peruano: "Necesito urgente un pisco sour, el original, y un cebiche", dijo de entrada.Ayer, Bolocco insistió en la TV peruana: "Chile tiene un pisco maravilloso, pero hay que admitir que la denominación original de pisco es de acá, del Perú".Mientras, en Chile su ropa arrasa. Según Falabella, en el primer fin de semana en tiendas, se vendió el 50% de su colección.
Fuente: El Mercurio de Chile


Bolocco es criticada en su país por alabar pisco peruano

Titular del gremio de pisqueros chilenos señaló que la ex Miss Universo "habla sin tener idea de lo que dice". Sus declaraciones fueron calificadas de inoportunas al acercarse la celebración del Día del Pisco Chileno.
Las declaraciones vertidas en la víspera por Cecilia Bolocco, quien aseguró que el pisco peruano es el original, han generado rechazo entre los productores del aguardiente de uva en tierras mapochas.
"Está hablando sin tener idea. El tema del pisco y su denominación de origen es un tema zanjado hace mucho tiempo", criticó enérgicamente el gerente general de la Asociación de Productores de Pisco de Chile, Fernando Herrera.
En tal sentido, Herrera señaló que las palabras de Bolocco no "pudieron llegar en peor momento, ya que acá nos alistamos a celebrar el Día Nacional del Pisco", indicó en declaraciones para el diario Las Últimas Noticias de Chile.
Como se sabe, la ex Miss Universo llegó a nuestro país el lunes último para promocionar su colección de ropa a través de una conocida tienda por departamentos.
"El pisco peruano, el original, es delicioso. Anoche me tomé dos pisco sour. Me pareció delicioso. Debo ser muy honesta y decir que en mi casa lo preparo como lo hacen ustedes", señaló ante los periodistas locales que la esperaron a su arribo.
Fuente: Perú.21

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Tuesday, April 15, 2008

DISCULPEN, TENGO CASPA...


Por Rafael Barrionuevo
Columna "Quinta Rueda"
Publicado en el Semanario El Búho de Arequipa

Y también, disculpen, soy flaco. Y disculpen, ya que nunca aprobé matemática. Y sigan disculpando, porque aborrezco las peluquerías. Y vuelvan a disculpar, porque no sé tocar guitarra, y tengo mala voz, y peor sentido del humor. Disculpe varón, señorita, joven que me escucha. Aunque a decir verdad, qué diablos debería importarle a usted, anónimo lector, tamaño inventario de confesiones.
Creo que si la periodista Esther Vargas hubiera comenzado por ahí, se hubiera ahorrado todo ese debate originado por su columna: “Disculpen, soy lesbiana”. No sé porqué después no se siguió disculpando por ser gorda, por manejarse ese aire de resaca perpetua, por tener callos y juanetes, y por su incontenible vocación para el barullo. Sólo le faltaba eso, y por lo mismo, la respuesta debería desembocar en lo mismo: Y a usted qué diablos debería importarle.
Es curiosa esa manía de confesar intimidades en público. Extraña e inútil manía que, por alguna aun más extraña razón, los homosexuales gustan enarbolar como si fuera una bandera de honestidad, de integridad moral, de rectitud ante la vida. Frente a ellos, los homosexuales confesos, ya todos quedamos en deuda. Como si la llana y pedestre heterosexualidad fuera una seria limitación que urge pronta corrección so pena de incurrir en algún delito de naturaleza ética.
Y no pué. De ninguna manera. Hasta ahora, en todas esas fosforescentes declaraciones lésbicas, en ese repentino abrir de closets, en eso de ventilar sábanas, lo único que se nota son las irrefrenables ganas de llamar la atención que tienen los homosexuales. Y eso, firmado y publicado, es simple y llana apología. Un publicherry de sus costumbres. Es vestir de “drag queen” las ideas y sacarlas a la luz pública.
Y eso no se hace. No porque sea pecado, ni porque lo diga Cipriani, ni por cuidar la salud moral de la chiquillada en proceso de formación. No se hace sencillamente por la misma razón por la que se cierra la puerta del baño y por la que no debe hurgarse los mocos en público: por una cuestión de intimidad y buen gusto. Es decoro personal. Y hasta que la buena de Esther Vargas no esté de acuerdo en ello, creo que vamos a seguir disintiendo.
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PECADOS CAPITALES
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Por Orlando Mazeyra Guillén
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En una columna insoportablemente vacua, titulada "Disculpen tengo caspa..." (Semanario El Búho N°320), Rafael Barrionuevo acusa de ostentar una frivolidad galopante a aquellos gays que poseídos por esas “irrefrenables ganas de llamar la atención” sacan a la luz sus opciones sexuales. Rara paradoja ante la que nos encontramos cuando, a causa de sus notorias anteojeras y animosidades, es el acusador quien padece el mal que dice encontrar en los demás: los otros, los distintos, aquellos que por atreverse a hacer pública una sexualidad que escapa a los parámetros tradicionales incurren en “simple y llana apología” (¿?).Son este tipo de comentarios los que le restan seriedad a un discusión tan delicada en donde está en juego la libertad de los seres humanos y, a su vez, la condena a todo tipo de discriminación (sea ésta de índole racial, sexual o religiosa). Es menester, pues, enmendarle de lleno la plana a él y a todos los que pretenden banalizar un tema que nos afecta a todos (incluido el autor de la columna que, por si no lo ha notado, vive en un país donde la discriminación tiene derecho de ciudad).Y si Esther Vargas tuvo el valor civil de reconocer públicamente su condición de lesbiana, lo hizo para denunciar un acto discriminatorio y, obviamente, buscaba también originar un necesario debate que tanto parece molestarle al autor de la desafortunada columna (hace poco el congreso rechazó el matrimonio homosexual, ¿nos quedamos callados porque es de “mal gusto” levantar la voz y preguntar por qué, en pleno siglo XXI, dos peruanos de un mismo sexo todavía no pueden casarse?).Particularmente, debo aclarar que sigo las columnas sobre sexo que publica Vargas en Perú.21 desde hace un buen tiempo. La continuaré leyendo, porque no la sigo con fruición por ser una ‘outsider’, sino por el desenfado y el buen humor que siempre muestra para tocar temas que para muchos resultan profanación o tabú. ¿Acaso, por chismografía o morbo, nos interesa si ella se acuesta con hombres, mujeres o perros y gatas? Desde luego que no, pero sí debe interesarnos, y debemos condenar, que la Universidad San Martín de Porres haya pretendido sacarla de la Facultad de Ciencias de la Comunicación, en donde ella ejerce la docencia, por el simple hecho de aceptar su condición de lesbiana.Barrionuevo, en su “Quinta Rueda” semanal, concluye que no se debe hablar de eso –de opciones sexuales, de libres elecciones- en público por una “cuestión de intimidad y buen gusto”. Bueno, bueno… a someternos a su dictadura sobre el buen gusto.Celebro que al columnista de El Búho no le importe si su vecino es mormón, si su compañero de trabajo es homosexual, o si su cuñado tiene rasgos indígenas; pero sí deben resultarle relevantes estos datos cuando a su vecino lo discriminen por tener una religión minoritaria, o quizá cuando a su compañero lo echen del trabajo al ‘descubrir’ sus ‘chuecos’ devaneos sexuales, o si por desventura a su cuñado no lo aceptan en un trabajo o en un club privado por no “tener buena presencia”. Hablamos de discriminación en sólo algunas de todas sus variantes.En tamaño disparate incurriríamos si, presas del prejuicio y la estupidez, minimizamos u osamos ridiculizar a quienes asumen con coraje una condición que los condena al ostracismo en más de un sentido.Nadie es mejor, todos somos iguales o, al menos, deberíamos serlo. Yo también tengo caspa, señor Barrionuevo, y sé que confesarlo es, al menos para mí, intrascendente; pero no lo será si agrego que soy agnóstico, porque esa simple acotación me cierra muchas puertas, si alguien lo duda pregúnteselo a Rafael Rey o a algún conspicuo miembro del sodalicio como, por ejemplo, nuestro arzobispo Javier del Río. Figurettis hay en todos lados, no solo en las minorías sexuales, y lo de Esther Vargas no tiene nada que ver con una vocación por el relumbrón. Cuando hay que defender una causa justa no debemos detenernos en minucias o en aspectos insustanciales.Al fin y al cabo, tanto Barrionuevo como quien escribe, en nuestra calidad de heterosexuales, compartimos intereses comunes. Y creo que ambos, también, sentimos vergüenza ajena por aquellos semejantes que cuando alguien les señala la inmensidad del cielo no pueden hacer otra cosa que fijarse en el dedo. La frivolidad me es antipática, pero en un periodista me resulta imperdonable. Hago votos para que de aquí en más se la considere un pecado capital. Ojalá Benedicto XVI tome nota. Al menos Barrionuevo ya lo hizo y eso me parece de muy buen gusto.



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Cuando ya no tengas secretos

Cuando ya no tengas secretos es la historia del encuentro en un bar con una compañera de estudios de años atrás que termina en una sorpresa.
Al otro lado del telón de acero es una mirada nostálgica al mundo de las salas de cine.

Olor de guerra y otras pendejadas



Lo malo que tiene eso de largar en entrevistas y cosas así, salvo que respondas con monosílabos o frases muy cortitas, es que, digas lo que digas, lo que se publicará depende de la capacidad del periodista que tienes enfrente para sintetizar respuestas. Raro es el que, a la hora de redactar su entrevista, utiliza una frase larga absolutamente literal. Y resulta lógico. Pocos entrevistados aportan un texto breve y contundente que resuma, en pocas líneas, la intensidad de la respuesta posible. Así que el periodista intenta condensar, resumir, ajustarse en lo posible al espíritu de lo que le dicen. Eso, naturalmente, requiere una cultura previa que permita comprender lo que se escucha, un talento para el oficio y una ética profesional. Por eso mismo, nadie en su sano juicio que tenga algo importante o delicado que decir, acepta una entrevista con alguien que maneje, como únicas herramientas, un bloc y un bolígrafo. En lo que a mí se refiere, sólo cuando conozco mucho al entrevistador accedo a entrevistas serias sin magnetófono de por medio. Fui meretriz antes que monja, a ver si me entienden. Conozco el percal. Aún así, por muchas precauciones que adoptes, siempre te la endiña alguien. Es inevitable, y alguna vez me referí a eso, en esta misma página, como daños colaterales. Hablar en público es ponerte en boca de otros: o callas, o te la juegas. Pero hay casos embargo, estremecedores. Conozco gente que se ha visto en apuros al ver, en titulares de prensa, cosas que nada tenían que ver con lo que dijeron. Y no siempre el culpable es el redactor. Un entrevistador riguroso, que suda tinta para ser fiel a lo que le confía su entrevistado, tiene un jefe de sección, un redactor jefe o un director que, por mil razones —prisas, sensacionalismo, descuido, mala leche— pueden titular de un modo u otro, alterando la verdad o cepillándosela, simplemente, para darle más garra al asunto. Conozco a escritores, actores, políticos y deportistas enemistados para siempre con compañeros de profesión o en serios aprietos por un titular infiel. Hay simplificaciones que son letales, y yo mismo fui objeto de ellas alguna vez, como todos. Mi favorita es la de cuando, tras una conferencia en la que dije que a veces era más reprobable moralmente el político infame que se beneficiaba del terrorismo que el terrorista propiamente dicho, ya que a este último corría riesgos y el otro ninguno, un diario tituló, en primera página: “Pérez-Reverte prefiere un terrorista a un político”. Con una de mis últimas novelas tuve oportunidad de ampliar la hemeroteca. Una revista publicó una entrevista en la que, entre otras cosas, yo decía que la guerra tiene un olor que se queda en la nariz y en la ropa y que tarda mucho en disiparse. Tanto debió de gustarle la idea al redactor jefe o al director, que, en un exceso de celo melodramático, decidieron titular en primera: “Llevo el olor de la guerra pegado a mi piel”. Con lo cual, supongo que con toda la buena voluntad del mundo, me dejaron como un perfecto pendejo. También hubo alguna carta al director —católicos ofendidos en lo más vivo— por una descontextualización de otro entrevistador, resumida en la frase “el humanismo cristiano ha hecho mucho daño”, a palo seco, sin especificar que, innumerables bienes aparte, me refería al daño de persuadirnos de que los hombres tendemos a la perfección, al amor y a la bondad, dejándonos como corderos indefensos en manos de tanto lobo y tanto hijo de puta. De todos modos, la perla de mi última presentación novelera es de las que costarían la amistad de amigos y colegas, de no ser porque los amigos y colegas saben, por experiencia propia, con quién nos jugamos los cuartos. Durante una conferencia de prensa, un periodista preguntó si, en mi opinión, Marsé, Vargas Llosa o Javier Marías, podrían haber escrito El pintor de batallas, en aquel momento mi última novela. Mi respuesta fue la única posible: con el mismo asunto, mis colegas —amigos, además— habrían escrito magníficas novelas, pero no ésta. Para escribirla así, añadí, necesitarían mi biografía, y cada cual tiene la suya. El comentario, recogido por una agencia de prensa, fue difundido correcta y literalmente; pero al día siguiente, un diario puso en mi boca, en titulares gordos: “Ni Marsé ni Vargas Llosa tienen mi biografía”, otro precisó: “Vargas Llosa o Marías no habrían podido escribir esta novela”, y un tercero, el premio Reverte me Alegro de Verte al tonto del culo de este año, tituló: “Vargas Llosa es incapaz de escribir esta novela”.


Arturo Pérez-Reverte


Thursday, April 10, 2008

Si no existe el más allá, la injusticia del pobre se prolonga eternamente




Las secuelas del racismo en el Perú no pueden ser desestimadas. Las discusiones recientes sobre la inclusión y la exclusión forman parte del debate público. De este modo, se trata de incorporar a todos los actores en este tema para promover una sociedad cohesionada. Para Marina García Burgos y Ricardo Ramón, responsables de la muestra, se trata de un problema que debe mostrarse y discutirse abiertamente. Por ello presentan la muestra fotográfica Si no hay más allá, la injusticia del pobre se prolonga eternamente, en la galería Enlace.El sentido de la muestra, compuesta por 16 imágenes, consiste en ubicar a la víctima del racismo en el espacio del racista: familias y personas de origen andino en un ambiente exclusivo y excluyente.Una característica fundamental de cada foto es la luz que proyectan. “Mezclé mucho la luz ambiente que había en cada sitio, y a ellos les di una luz un poquito más fuerte, dura, como la de la Sierra, para que los distancie y los haga diferentes. Me gusta que resaltaran de alguna manera”, sostiene Marina García Burgos.

Bajo el título 'Si no existe el más allá, la injusticia del pobre se prolonga eternamente', los artistas presentan diez fotografías en color (1,26 x 1,26) tomadas a una típica familia de seis miembros originaria de la altoandina región de Huancayo.Se trataría de retratos tradicionales de familia sino fuera por los escenarios imposibles que utiliza el colectivo MR, tan alejados de la vida diaria de los fotografiados: un restaurante de lujo, un bar de moda, un gimnasio, una tienda de diseño, un yet privado o el palco de un teatro.En definitiva, espacios a los que esta familia nunca accedería por voluntad propia y porque, además, su presencia no sería aceptada de forma espontánea.Esta revolución social llevó al nacimiento del Colectivo MR, cuyos antecedentes se remontan a hace dos años cuando Ramón Jarne, como director del Centro Cultural de España en Lima, encargó a García Burgos una exposición sobre el maltrato a la mujer peruana.'Eso nos llevó a seguir trabajando en esa línea de arte social porque realmente en Perú se está dando muy poco arte social para la gran problemática social que hay', asegura en una entrevista con Efe el crítico español de arte.Para Ramón Jarne, 'el arte social que se da es con tendencia política' y a su juicio 'la cultura está por encima de la política'.Por eso, el denominador común de los dos integrantes del Colectivo MR es 'la coherencia social por encima de lo político'.El objetivo de la muestra 'es que la gente piense un poquito' y cada cual 'haga su propia interpretación', comenta, por su lado, a Efe García Burgos.Para el artista español, este trabajo es 'un toque de atención' a la sociedad limeña con la propuesta de 'pensar más, en vez de denunciar y señalar con el dedo, dando estímulos con un lenguaje contemporáneo, que tenga contestaciones y repercusiones'.Se trata de 'un análisis de nosotros mismos, ver cómo tenemos a otro enfrente, el otro que está viviendo situaciones que parecen incoherentes, pero pueden ser más coherentes de lo que creemos, y (al tiempo) los otros nos pueden ver con un punto de incoherencia mayor del que nosotros les vemos a ellos', dice el artista al intentar explicar su surrealista propuesta artística.La familia andina protagonista de las fotos aceptó participar en el proyecto a través de un contrato en el que se les ha calificado de 'modelos'.'Les encantó la idea. Era una experiencia diferente (...) y la conclusión ha sido favorable para todos', comenta la fotógrafa.Conscientes de la polémica que puede surgir en torno a este trabajo, el tándem Ricardo-Marina defienden su propuesta como una forma de 'poner de manifiesto algunos de los temas más candentes de la problemática social, siempre desde un punto de vista artístico'.'La intención es que por lo menos se reconozca el problema y se hable de él', asegura el español en el texto que acompaña la exposición.'Vivimos en una sociedad en la que no es asumible lo que no nos hace feliz; lo que no nos gusta simplemente lo ignoramos', agrega. MR pretende visualizar lo que en la sociedad, en este caso la peruana, se empieza a hacer invisible, remarca el dúo de artistas.

Textos de:
Terra y Agencia ANDINA.

Tuesday, April 08, 2008

El cine según Hitchcock


Las películas mudas son la forma más pura del cine. La única cosa que faltaba a las películas mudas era evidentemente el sonido que salía de la boca de la gente y los ruidos. Pero esta imperfección no justificaba el enorme cambio que el sonido trajo consigo. Quiero decir que al cine mudo le faltaba muy poca cosa, sólo el sonido natural. Por consiguiente, no se hubiera debido abandonar la técnica del cine puro como se hizo con el sonoro.

Cuando se escribe una película, es indispensable separar claramente los elementos de diálogo y los elementos visuales y, siempre que sea posible, conceder preferencia a lo visual sobre el diálogo. Sea cual sea la elección final, con relación a la acción que se desarrolla, debe ser la que con mayor eficacia mantenga el interés del público.

PREGUNTA: Entre las personas que le admiran, algunas desearían que hiciese adaptaciones de obras importantes y ambiciosas, Crimen y castigo de Dostoïevski, por ejemplo.

Sí, pero no lo haré nunca porque Crimen y castigo es precisamente la obra de otro. A menudo se habla de los cineastas que, en Hollywood, deforman la obra original. Mi intención es no hacerlo nunca. Yo leo una historia sólo una vez. Cuando la idea de base me sirve, la adopto, olvido por completo el libro y fabrico cine. Sería incapaz de contarle Los pájaros de Daphne du Maurier. Sólo la he leído una vez y rápidamente. Lo que yo no comprendo es que alguien se apodere realmente de una obra, de una buena novela cuyo autor ha empleado tres o cuatro años en escribir y que constituye toda su vida. Se manipula el asunto, se rodea uno de artesanos y de técnicos de calidad y ya tenemos candidatura a los «oscars», mientras que el autor se diluye en segundo plano. No se piensa más en él.

¿Y una obra maestra es, por definición, algo que ha encontrado su forma perfecta, su forma definitiva?

Exactamente. Y para expresar lo mismo de una manera cinematográfica, sería preciso sustituir las palabras por el lenguaje de la cámara y rodar una película de seis horas o de diez horas, en otro caso no sería serio.(…)Por ello se comete un error al confiar la adaptación de una novela al propio autor, pues se supone que ignora los principios de un tratamiento cinematográfico.
Jamás se debería comparar una película a una obra de teatro o a una novela. Lo que se le acerca más es el cuento, cuya regla general es contener una sola idea que acaba de expresarse en el momento en el que la acción alcanza su punto dramático culminante.

Habrá observado usted que un cuento raramente se deja en reposo, lo que le emparenta al film. Esta exigencia implica la necesidad de un firme desarrollo de la intriga, y la creación de situaciones punzantes que se desprenden de la propia intriga y que deben presentarse, ante todo, con habilidad visual. Esto nos conduce al suspense, que es el medio más poderoso de mantener la atención del espectador, ya sea el suspense de situación o el que incita al espectador a preguntarse: «¿Y ahora qué sucederá?»

Hay muchos malentendidos en torno a la palabra suspense. A menudo ha explicado usted en sus entrevistas que no debe confundirse sorpresa y suspense y volveremos sobre ello, pero mucha gente cree que hay suspense cuando hay un efecto de miedo...
Por supuesto que no. Volvamos a la telefonista del film Easy Virtue; ésta escucha al hombre y a la mujer a los que no mostramos nunca y que hablan de matrimonio. Esta telefonista estaba llena, cargada de suspense: ¿La mujer que está al otro extremo del hilo aceptará casarse con el hombre que la llama? La telefonista quedó muy aliviada cuando la mujer dijo que sí y se terminó
su propio suspense. Este es, pues, un ejemplo de suspense independiente del miedo.

¿Es suspense la prolongación de una espera?
En la forma corriente de suspense, es indispensable que el público esté perfectamente informado de los elementos en presencia. Si no, no hay suspense. La diferencia entre el suspense y la sorpresa es muy simple y hablo de ella muy a menudo. Sin embargo, en las películas frecuentemente existe una confusión entre ambas nociones. Nosotros estamos hablando, acaso hay una bomba debajo de esta mesa y nuestra conversación es muy anodina, no sucede nada especial y de repente: bum, explosión. El público queda sorprendido, pero antes de estarlo se le ha mostrado una escena completamente anodina, desprovista de interés. Examinemos ahora el suspense. La bomba está debajo de la mesa y el público lo sabe, probablemente porque ha visto que el anarquista la ponía. El público sabe que la bomba estallará a la una y sabe que es la una menos cuarto (hay un reloj en el decorado); la misma conversación anodina se vuelve de repente muy interesante porque el público participa en la escena. Tiene ganas de decir a los personajes que están en la pantalla: «No deberías contar cosas tan banales; hay una bomba debajo de la mesa y pronto va a estallar.» En el primer caso, se han ofrecido al público quince segundos de sorpresa en el momento de la explosión. En el segundo caso, le hemos ofrecido quince minutos de suspense. La conclusión de ello es que se debe informar al público siempre que se puede, salvo cuando la sorpresa es un «twist», es decir, cuando lo inesperado de la conclusión constituye la
sal de la anécdota.

The Trouble with Harry (Vero..., ¿quién mató a Harry?) es un acercamiento al humor macabro,
estrictamente inglés. Rodé esta película, Harry, para demostrar que el público americano podía apreciar el humor inglés y no marchó demasiado mal allí donde el film llegó al público.
En Inglaterra, mucha gente que nunca ha venido aquí es, sin embargo, muy antiamericana. Yo les digo siempre: no hay americanos. América está llena de extranjeros.
Si miro mi propia casa, por ejemplo, nuestra mujer de limpieza es una alemana de Pomerania, la que se ocupa de nuestra casa de verano es una italiana que apenas habla el inglés; sin embargo, es ciudadana americana y tiene una enorme bandera americana encima de su casita.
Nuestro jardinero es un mejicano, muchos otros jardineros de aquí son japoneses, se ve esto en todas partes, y en los estudios se oyen toda clase de acentos distintos.

Pregunta: En Inglaterra hay muchísimos intelectuales, muchísimos grandes poetas, muy buenos novelistas, pero desde hace setenta años en que nació el cine, sólo hay dos cineastas cuya obra resista el paso del tiempo: Charlie Chaplin y Alfred Hitchcock. Aunque quizá actualmente el cine inglés esté en un momento decisivo...

Al principio de la historia del cine, este arte era extraordinariamente menospreciado por los intelectuales; también en Francia, pero ciertamente menos que en Inglaterra. Ningún inglés bien educado se habría dejado ver entrando en una sala de cine. Esto no se hacía. Usted sabe que en Inglaterra hay una gran conciencia de clase y de casta. Cuando la Paramount abrió el teatro Piazza en Londres, algunas personas de la buena sociedad empezaron a ir al cine; para ellas se dispusieron algunas butacas en los palcos cuyo precio era tan elevado que se les llamaba la fila de los millonarios.
Antes de 1925 las películas inglesas eran muy mediocres, destinadas al consumo local y puestas en escena por burgueses. En 1925-1926, algunos estudiantes, sobre todo en Cambridge, empezaron a interesarse por el cine a través de las películas rusas o películas continentales como
El sombrero de paja de Italia, de René Clair. En esa época nació la London Film Society, que organizaba sesiones el domingo por la tarde para los intelectuales. Su entusiasmo no llegaba hasta el extremo de convertirse en profesionales del cine, pero eran aficionados a las películas y sobre todo a las películas extranjeras. Todavía hoy las películas extranjeras son ampliamente analizadas en los periódicos del domingo, pero la producción de Hollywood es relegada al pie de la página. No olvide que los intelectuales británicos van siempre a pasar las vacaciones en el contiente. Van de buena gana a los bajos fondos de Ñapóles para fotografiar con un trípode los niños que mueren de hambre. Adoran lo pintoresco, las coladas tendidas en los cuchitriles y los burros que se pasean en medio de la calle. Actualmente, los jóvenes cineastas ingleses empiezan a interesarse por esto en sus películas y, a su vez, descubren lo social. No pensaba en ello cuando vivía en Inglaterra, pero cuando regresé al volver de America, me di cuenta de todas estas grandes diferencias y comprendí hasta qué punto la actitud general en Inglaterra es una actitud insular. En cuanto se deja Inglaterra se encuentra una concepción del mundo mucho más universal, ya sea en las discusiones con la gente o en la manera de contar una historia.
El humor inglés es muy superficial y tiene sus límites. Los periodistas ingleses hicieron críticas violentas o incluso coléricas contra Psycho (Psicosis), ni una sola divertida o burlona. Pero usted tiene razón, yo tenía raíces profundas en el cine americano. Los periódicos corporativos que leía cuando tenía diecisiete años hablaban de las películas americanas y yo comparaba la fotografía de los films británicos y la de los films americanos... Mi deseo de trabajar en el cine se materializó hacia la edad de dieciocho años. Cuando estudié en la escuela de ingenieros me atrajo el dibujo y luego la fotografía. Nunca se me habría ocurrido la idea de ir a ofrecer mis servicios de dibujante a una compañía de cine británica, pero cuando me enteré al leer un periódico corporativo de que una compañía americana iba a abrir un estudio, me dije: «Quiero hacer sus títulos.» Me puse a trabajar, llegaron los americanos, actores, escritores, e hice mi aprendizaje en medio de ellos, un aprendizaje americano. No crea que yo era un fanático de todo lo americano, pero en lo que respecta al cine consideraba su manera de hacer las cosas como auténticamente profesional, muy
adelantada con respecto a los otros países. En el fondo, empecé en el cine en 1921 en Londres, pero con los americanos, en medio de ellos, y no puse los pies en un estudio británico antes de 1927. En medio hubo un breve aprendizaje en el cine alemán. Incluso cuando los británicos ocuparon gradualmente el estudio de Islington, las cámaras eran americanas, los proyectores eran americanos y la película se llamaba Kodak.

Después me he preguntado a menudo una cosa: ¿Por qué no hice nunca ningún esfuerzo para visitar América antes de 1927? Todavía me lo pregunto ahora. Constantemente encontraba americanos, podía interpretar perfectamente un mapa de Nueva York y sabía de memoria los horarios de los trenes americanos, porque me hacía mandar los catálogos de allá, era mi ocupación predilecta.
Podía describir Nueva York, con la situación de los teatros y de los grandes almacenes. Cuando hablaba durante algún tiempo con los americanos, me preguntaban: «¿Cuando estuvo allí por última vez?» Yo respondía: «Jamás he estado.» ¿No le parece curioso?
Fuente: El cine según Hitchcock
Entrevistador: F. Truffaut

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